jueves, 25 de octubre de 2012

Y se llama Adrián


El día 10 de octubre de 2012, nació mi primer nieto, un personajillo al que sus padres lo han llamado Adrián. El niño ha nacido bien, su madre, Vanesa está bien.
Para la familia, este personajillo ha sido como agua de mayo, ha sido un manantial inmenso de emociones, fue un no saber si reír o llorar; al final impero el llanto sobre las risas, pero fue un llanto reconciliador, sosegado y bienvenido.
He de decir que Vanesa, su madre, es para nosotros como la hija que nunca tuvimos, que entre ella y su suegra hay una relación tan cordial que más bien parecen madre e hija.
Llevaba unos años preguntándome a mí mismo, que significaría un nieto en mi vida. Esa oscuridad, se desvaneció en el mismo instante en el que apareció  ante mis ojos Adrián, ya tenía carta de naturaleza y formaba parte de la sociedad, un sujeto actor, que no estaba en la barriga de su madre, nació sobre las 12:50 horas y me sorprendió que tuviera los ojos tan abiertos, y que esos ojos se dirigieran hacia las voces de los que allí estábamos.
Desde ese instante comprendí que iba a ser la persona más acaparadora de mi vida y que se me ha unido alguien verdaderamente exclusivo, alguien cuya sonrisa  y locuacidades que todavía no se entienden, recién descubiertos, trazan una sonrisa permanente en su rostro y un estremecimiento de felicidad inmenso en el mío. Es curioso como un ser tan pequeño ha logrado hacerse un sitio tan grande en mi vida

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