jueves, 25 de octubre de 2012

Añoranzas

Por fin llego el día deseado. Me dirigí por carretera desde Cataluña hasta a Andalucía, después de algún tiempo por fin la vería. El viaje era interminable, más de doce horas, en un mes de Agosto agobiante de calor por carreteras manchegas y en un vehículo sin aire acondicionado, allí nos encontraríamos. En un pueblo pequeño del sur. Ahora sólo me quedaba esperar, esperar a realizar esos mil kilómetros que me separaban de la felicidad. Observé a lo largo de las estepas manchegas los muchos viajeros que viajaban por un motivo u otro en ambas direcciones. Al paso por Almansa, pare a tomar café, y no pude quitar ojo a una pareja de ancianos, que conversaban muy animadamente. Las cinco primeras horas pasaron rápidamente, las siguientes me parecían interminables. El paisaje cambiaba conforme transcurrían los Kilómetros, campos de cosechas y vides era lo que predominaba en el terreno. Pronto, la larga carretera me llevaría hasta sus brazos, en pocas horas mi sueño se haría realidad. Mi nerviosismo fue creciendo conforme más me acercaba a mi destino, tan sólo faltaban unas horas, mi corazón parecía que iba a explotar. Al fin llegué al pequeño pueblo y pude vislumbrar su silueta acercarse, y su cara sonrojada, en ese momento, sentí algo inexplicable, por fin íbamos a estar juntos hasta el fin de nuestros días.

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