miércoles, 18 de junio de 2014

Lo que tenía que deciros y no me atreví

Desde Agosto de 1979 hasta hoy, mi vida ha avanzado entorno a mi familia natural. Esposa, hijos, y desde hace poco mas de un año un personaje que me tiene envuelto en una nube, mi nieto, así como el resto de la familia padres, hermanas…; sin ellos, la recompensa hubiera sido infinitamente menor. Gracias a todos por aguantarme, especialmente a mi esposa. Desde Septiembre de 1978 he vivido grandes experiencias con mi otra familia, la – Policía -, pero la policía en mayúscula -, la que vives, sientes y defiendes con uñas “no todos pueden presumir de tener dos familias”, yo me enorgullezco de las dos; en todos estos años, hemos pasado por muchos avatares, avatares que espero no conozcan los que nos preceden. Turnos de 24x24, 8 x 16, 23F, ETA expedientes por intentar conseguir alguna herramienta desde donde se pudiera luchar y mejorar la policía. Lo más agradable de esta otra familia y por lo que mas me he ligado a ella es por el buen trato que siempre se me han dispensado; Jefes, y compañeros. “Gracias por todo y a todos”. Realmente conté con la fortuna de estar en esta Institución, institución en la que me enseñaron a ser como soy. Una persona respetuosa con todos los que me han rodeado siempre. Es por eso que me voy sin antipatías ni resentimientos. Es triste pero ha llegado el tiempo de la despedida. Agradezco el periodo que habéis compartido conmigo, poder haber estado con vosotros ha sido un placer, hoy me despido de todos pero os deseo lo mejor en el largo camino que os queda por andar. Sin embrago os dejo un tesoro en la persona de mi hijo Oscar, un tío humilde, bueno y de gran corazón, espero que sepáis valorarlo en su justa medida. Un abrazo y gracias por los años que me habéis aguantado

domingo, 15 de junio de 2014

El tiempo pasaba

El tiempo pasaba con una lentitud punzante. Los últimos rayos del sol me acariciaban las mejillas. Me arrope en mi abrigo, tratando de evitar que las olas de agua no me mojaran. Era invierno y el levante soplaba con fuerza, mucha fuerza. Cualquiera que me hubiera visto habría pensado que estaba simplemente disfrutando de una bella puesta de sol, aunque nada más lejos de la realidad. Estaba recordando mi pasado. Y no era consciente de de la bravura de este mar gaditano, un mar que me cegaba a través de los rayos de sol. A lo largo de mi vida, había visitado bastantes playas, pero ninguna como las del litoral gaditano. Esa Bahía, entrante de mar en la costa gaditana. Pasear por Cádiz es algo sin igual, sus gentes, sus tabernas toda ella es una inspiración. Los ocasos impresionan cuando al atardecer el sol refleja sus rayos en sus aguas los enamorados parece que estuvieran ensimismados con esa estampa. Una ola, me despertó de mi sueño y continúe mi marcha hasta la playa la Victoria, donde me alojaba.

Amanecía

Amanecía, cuando me levante, para hacer un poco de deporte, antes de que al mediodía, nos tomáramos la cervecita de rigor, hacia calor a pesar de lo temprano de la mañana. Era el presagio de lo que sería sin duda, un día caluroso. A lo largo del recorrido por la Playa de la Victoria un trasiego de gentes que iban o venían, unos andando, otros corriendo. Algunos gaditanos ya mayores llamaban la atención de un grupo de turistas que se habían alojado en el Hotel Victoria ávidos de aventuras y con la ilusión de ver y conocer la “Tacita de plata.” Hubo momentos que las ideas fluían por mi mente, e imaginaba todos aquellos lugares, en los que se desarrollaron a lo largo de su historia numerosos ataques y batallas; su situación geográfica dominando el estrecho de Gibraltar, la importancia del puerto de la Bahía de Cádiz (punto de llegada de la Flota de Indias) y el protagonismo histórico de la capital, sede de las Cortes de Cádiz durante la Guerra de la Independencia y del gobierno liberal al final del trienio constitucional, convirtiéndose en escenario bélico entre otros en la destrucción de la armada española fondeada en la Bahía de Cádiz en el transcurso de la guerra anglo-española en 1585 – 1604. Miraba el mar y alzaba la vista para ver si desde el lugar donde me encontraba avistaba la costa africana, me encontraba en una tierra en la que siempre me había comportado como si hubiera nacido en ella, jamás me sentí extraño e ella. Conforme avanzaba al interior de la ciudad, me iba encontrando mas a gusto, estamos ante una ciudad que irradia paz y sosiego; el color plata de sus aguas son admirables. Que tiene esta tierra que enamora al viajero? A veces nos encontramos que hay ciudades que enamoran sin saber porqué. Hay quien busca grandes ciudades para perderse entre la jungla del asfalto y poder visitar grandes museos y visitas culturales, otros, como yo prefieren el sosiego y la relajación que me da una ciudad como Cádiz. Alameda Apodaca, la Catedral, La Caleta, el Castillo de Santa Catalina entre otros. Que decir de sus bares de tapas en su recorrido por Cádiz, nos podemos encontrar con “El Balandro”, “Achuri”, “Bodegón riojano”…, todo esto y la afabilidad de sus gentes, es lo que hace que Cádiz enamore.