La
capacidad de amar y querer es imprescindible para ser feliz, a la vez que nos
da equilibrio y serenidad personal.
Todo
esto, y algo más lo he conseguido con el nacimiento de mi nieto Adrián.
La
experiencia de ser abuelos nos permite sentirnos jóvenes.
En
mi caso, no puedo decir que haya recuperado el optimismo, ni que sonría mas,
“no soy persona ni de lo uno, ni de lo otro”. Aunque si he de decir que expando la buena nueva del nacimiento de
mi nieto a los cuatro vientos.
La
edad cronológica es la que es, la mental depende de cada uno.
Hay
viejos jóvenes y jóvenes viejos. A mí, el nacimiento de mi nieto Adrián me ha
dado vida, y es por eso por el que creo tener el derecho a ejercer de abuelo
como me plazca.
Creo
tener la edad y la madurez suficiente para entender cual es el papel que debo
ejercer.
Hay
una frase que la voy hacer mía y que
viene en colación con lo que hasta ahora
hemos dicho que dice mas o menos (El secreto de la felicidad no es hacer
siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace).
¿Todos
los abuelos, nos habremos preguntado, que papel es el que tenemos que jugar
ante padres y nietos? Lo tengo claro, jamás será el de educador, si será ese
apéndice que en un momento dado le pueda hacer falta a mi hijo, mas por experiencia, sentido común o excepción…
Tampoco
pueden ser los abuelos los mal criadores, ni los responsables de su educación.
Nosotros,
como he dicho antes, seriamos también en
este caso, ese apéndice que se alarga para continuar allí donde no llegan
ellos. (Sus padres).
Aunque
en este apartado, un poquito mal criador, puede que no sea mas o menos
importante.
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